Junio cerró como el mes del orgullo, dejando de manifiesto una verdad con la que pocos nos queremos reconciliar: este país no acepta a su comunidad LGBT. Basta leer la sección de comentarios de cualquier noticia que tenga que ver con ‘pride’ o con temas relacionados a la comunidad que encontraremos comentarios desagradables que no vale la pena repetir, pero todos parecen seguir una misma pauta:
“Quieren respeto pero no respetan las opiniones diferentes” – Claro, podemos diferir sobre política, sobre farándula, sobre deportes, sobre crianza, pero nunca podremos respetar una opinión que ofenda, que humille, que destruya, que pretenda crear política pública que perjudique a nuestras comunidades LGBT+
“Quieren imponerle su estilo de vida a uno/Quieren acabar con la inocencia de la niñez” – Este argumento es bastante hipócrita, pues en Puerto Rico se dan clases de catecismo, “escuela bíblica”, “terapias de conversión”, se enseña religión en las escuelas, bajo el subterfugio de una “educación con valores” para adoctrinar a los niños que no tienen las herramientas psicológicas y cognoscitivas para argumentar o para discernir el bien del mal; entonces se les enseña que ser gay está mal, que “dios creó hombre y mujer”, entre otros lugares comunes (clichés) llenos de homofobia. A los adultos les envían cartas sobre “el mensaje de Dios”, se les proselitiza en la calle, se les altera la paz los domingos con la música excesiva de los “cultos”, van puerta a puerta e incluso obligan mediante la ley a las urbanizaciones cerradas a brindarles acceso para evangelizar; hacen tapones porque están haciendo un “servicarro de oración”, entonces ¿quién adoctrina a quién? ¿quién verdaderamente se está imponiendo?
“Quieren tener más derechos que los demás” – Mientras se discutía el proyecto de la senadora Ana Irma Rivera Lassén (MVC) sobre la carta de derechos a la comunidad LGBT+, la representante Lisie Burgos (PD) catalogó el mismo como un proyecto “heterofóbico”, en su intento fallido de apelar al odio que provoca lo desconocido y diferente. Sin entrar en pormenores, una carta de derechos garantiza que los derechos ya existentes no sean violentados y que haya herramientas de fiscalización y corrección para quien les viole los derechos a las personas LGBT+, al igual que hay una carta de derechos para la persona con impedimentos, para los niños y para otros grupos de la sociedad. Esto no invalida los derechos de los heterosexuales, ni les da superioridad a las personas LGBT+ sobre los heterosexuales, pero las reacciones a este tipo de leyes proyectan una inseguridad y un miedo infundado e irracional de que las personas LGBT+ traten a los heterosexuales como ellos nos han tratado históricamente.
“Qué nos importa su orientación sexual” – Cada vez que anuncian que X persona es la “primera lesbiana/el primer gay/la primera persona trans” en hacer X cosa, aparece este comentario imprudente. ¿Por qué es necesario destacar que tenemos, por ejemplo, a Maite Oronoz como la primera jueza presidente del Tribunal Supremo en ser lesbiana, o que Ana Irma Rivera Lassén es la primera mujer negra y lesbiana en el Senado? Porque la visibilización es necesaria. Porque viendo ese noticiero o leyendo ese periódico hay un joven o una joven homosexual a quien la sociedad le ha dicho que lo suyo “no es normal”, ” que los nenes no lloran ni juegan con muñecas”, “que va en contra de la naturaleza”, que le han hecho sentirse menos, sentirse la persona más rara y anormal del mundo, que ha pensado en quitarse la vida, y ver esta representación en la sociedad, en los medios de comunicación en la política les muestra que su orientación sexual o identidad de género no es impedimento para lograr sus metas, les brinda un mensaje de esperanza.
Este último lugar común homofóbico es el más sencillo pero el más irritante: “¿Donde está el mes del orgullo heterosexual?/¿Por qué no hay un día para el cristiano?” – Al leer esto mi primera reacción es querer responder con sarcasmo o con insultos, pero eso no me hace mejor que ellos y desluce mi argumento así que iré al grano: los heterosexuales nunca han sido hostigados por ser heterosexuales por extraños en la calle, ni han sido llevados al hospital tras recibir una paliza por ser heterosexuales (para robarles tal vez, por pendencieros, lo más probable, pero nunca por ser ‘straight’); la heterosexualidad nunca fue catalogada como una enfermedad mental; los heterosexuales nunca han sido despedidos por ser heterosexuales, ni se han enfrentado a la pena de muerte como en ciertos países; nunca un matrimonio heterosexual ha tenido que preocuparse por si su matrimonio es legal o no en ciertos países; nunca un heterosexual lo han echado de su casa por sus padres por “su estilo de vida”, entonces ¿para qué quieren una marcha de orgullo los heterosexuales? ¿de qué se sienten orgullosos los heterosexuales? ¿de su privilegio? ¿de que su orientación sexual común sea considerada “la norma”, “el estándar”?
Por otra parte, ¿de qué se quejan los cristianos? Tienen Semana Santa, Navidad, libertad religiosa, “invocaciones” en actividades oficiales, la moneda oficial dice “In God We Trust”, el juramento a la bandera estadounidense dice “one nation under God”. Lo justo sería que nos dieran libre aunque sea un día en el mes de junio. ¿Que más quieren? ¿Que volvamos al armario? ¿Que nos invisibilicemos para no incomodarlos? Eso nunca va a pasar, así que acostúmbrense. We’re here, we’re queer, we’re proud.